Juan Castro demostró que los muertos votan

Juan Castro demostró que los muertos votan

La última entrega de Kaos... siguió el paso a paso de la comercialización de DNI falsos. La cámara oculta desnudó algunos de los artilugios que se usan para sufragar ilegalmente.02/05/2003 - 0:00

En la tele, la escalera de la semana electoral recorre sus últimos peldaños. Y ya es mucho lo que se ha visto y oído sobre esta primera vuelta calesitera que todavía necesita de un giro más para dar con el dueño definitivo de la sortija presidencial.En la tele, la escalera de la semana electoral recorre sus últimos peldaños. Y ya es mucho lo que se ha visto y oído sobre esta primera vuelta calesitera que todavía necesita de un giro más para dar con el dueño definitivo de la sortija presidencial.La investigación estuvo comandada por la periodista María Julia Olivan: comenzó a plasmarse en las semanas previas a los comicios del domingo y culminó recién en el mismo día de la votación. Con ayuda de una cámara oculta, la producción del programa salió al encuentro de estos traficantes de identidad (y también de voto) que terminaron sorprendiendo por su organizada actividad y hasta por su docilidad. No faltaron los punteros justicialistas y hasta hubo un inspector de la Municipalidad de Lomas de Zamora. ¿Qué hacían? Comercializar una serie de DNI apócrifos cuyos titulares figurasen en el padrón; su portador, si quería votar, sólo debía acercarse a la mesa en cuestiónAdemás, el menú a la carta de los falsificadores incluía algunos “combos” de ocasión...Se ofrecían documentos de personas que “alguna vez existieron y ahora ya no existen” (muertos, bah) y también documentos de personas que, parafraseando a estos comerciantes, alguna vez existieron y hoy lo siguen haciendo. Estos últimos, seguramente más baratos, no podían asegurar la efectiva emisión del voto de su portador, puesto que estarían a la suerte del horario elegido para votar del verdadero titular de ese nombre y apellido.Cerrando el círculo de esta investigación, aparecieron las imágenes del mismo domingo electoral. La cronista, y con ella todos los televidentes, pudieron verificar la calidad de la compra: los nombres de esos DNI aparecían en los padrones y cualquiera que los hubiese tenido en su poder podría haber votado, reemplazando a un muerto o, según el caso, a un vivo. Al final, para terminar con estas personalidades duplicadas, la cronista, emulando el comercial de algún jabón en polvo, tocó el timbre de algunas casas y entregó en mano los falsos DNI a los verdaderos titulares. Como la prueba de la blancura, no salían de su asombro. No era para menos.


  

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